Con la conformación final de listas y candidatos, la segunda vuelta de elecciones generales en Israel entró en su etapa final. Las promesas preelectorales de partidos y candidatos junto a los sondeos de intención de voto pronostican el retorno del mapa político de abril pasado. Clara mayoría del bloque de derecha liderado por Netanyahu (65 – 67 bancas de un total de 120), salvo que ahora, como en abril, Liberman sabotea los intentos de Bibi ya que no está dispuesto a sentarse nuevamente junto a los ultra ortodoxos y exige un gobierno de coalición nacional con la participación de Azul y Blanco. Más aún, pese a que el Likud culpó a Liberman de irresponsabilidad por el llamado a elecciones innecesarias, el público, según esos sondeos, duplicó su apoyo a Liberman.

Se puede afirmar con alto grado de seguridad que la sociedad israelí no está dispuesta a que, con el retorno del empate, la solución sea un nuevo llamado a una tercera vuelta electoral. Esta perspectiva exige de los analistas una proyección de los posibles alineamientos en la formación del próximo gobierno israelí.
La larga experiencia israelí de candidatos y partidos que traicionan su línea política y rompen sagradas promesas preelectorales nos obliga a evaluar la posibilidad que Netanyahu finalmente logre movilizar mayoría parlamentaria que le permita formar gobierno de derecha bajo su dirección. Las dos únicas posibilidades que se visualizan son una inesperada marcha atrás de Liberman, o un repentino, aunque no sorpresivo y hasta ya tradicional, acople del vapuleado y apocado partido Avoda al Likud. Los trascendidos de fuentes mediáticas insisten en esta última, aunque eventual alternativa.
Dado que el bloque de centro izquierda está mucho más lejos que Netanyahu de toda posibilidad de formar gobierno sin el Likud, sería más realista y menos hipotético suponer que el mapa político israelí sea dominado por la imperiosa necesidad de volver al 1984 e instaurar un gobierno de coalición nacional sobre la base de los dos partidos mayoritarios. Lo que se considera desde todo ángulo el mal menor.

En las elecciones de abril el mismo intento de Liberman fracasó de inmediato gracias a la oposición y/o precondiciones impuestas por los dos partidos líderes. Da la impresión que la imposibilidad de una tercera vuelta introdujo ciertas elasticidades en ambos bandos.
Netanyahu entiende que su obstinación lo puede dejar fuera de juego como resultado de un motín o putsch dentro de su partido. En esas condiciones comprende claramente la imposibilidad de legislar la inmunidad personal a su favor y, sería preferible administrar el proceso judicial al que está expuesto desde un sillón ministerial de cualquier gobierno, antes que desde su vivienda privada. En Azul y Blanco también se visualizan los primeros síntomas de una apertura en esa dirección. No por casualidad, dejaron de boicotear personalmente a Netanyahu y la consigna principal del partido sufrió un significativo cambio respecto del pasado abril. En vez de acentuar que “Netanyahu se preocupa solamente de Netanyahu”, ahora el partido se alista detrás de “Israel ante todo”.
En este contexto no sorprende en absoluto que justamente desde un medio informativo como Haaretz, identificado históricamente con una línea izquierdista, de a luz el manifiesto que respalda esta movida histórica. Ravit Hecht (“Sí, también con Netanyahu”, Haaretz, 2-8-19) sostiene que básicamente no hay diferencias ideológicas esenciales entre el Likud y Azul y Blanco de Gantz. También asegura que es la oportunidad de alejar a los extremistas de derecha y el chantaje de los religiosos ultra ortodoxos que tanto daño hacen a la sociedad israelí. Por último, Hecht afirma que “paradójicamente, un gobierno de coalición nacional otorgará la mejor protección necesaria para evitar toda legislación personal cuyo objetivo principal sea el ofrecimiento de inmunidad parlamentaria absoluta a Netanyahu frente a sus causas por corrupción, como tambien la ley de neutralización de la intervención de la Corte Suprema de Justicia ante medidas gubernamentales que transgreden normas jurídicas internacionales o de defensa de los derechos humanos”.
Mas allá de demarcar los posibles limites y condiciones del acuerdo básico de la única alternativa de futuro gobierno israelí, la nota de Hecht nos revela claramente el marco de líneas operativas de ese gobierno. El gran cambio se visualiza en la ruptura del principio de “gobernabilidad”, tan apreciado y defendido por los partidos de la denominada derecha israelí. Esta gobernabilidad esta destinada a tirar por tierra toda limitación legal que impide poner en practica programas políticos, inclusive aquellos que contradicen derechos humanos universales básicos. Detrás de este objetivo el gobierno anterior dio los primeros pasos en la ley de neutralización de la intervención de la Corte antes mencionada. El nuevo gobierno retornaría a los esquemas que básicamente permiten gobernar bajo las limitaciones y equilibrios que caracterizan a todo país democrático.
Por el contrario, en materia de seguridad y relaciones internacionales, esencialmente no es de esperar grandes diferencias. No en las relaciones íntimas con EE. UU, no con respecto a la tensa situación con Irán, ni tampoco respecto del conflicto con los palestinos. En ese sentido, tres días atrás Gantz declaró en su visita a colonias en el Valle del Jordán en Cisjordania que “son la valla de defensa oriental de Israel y serán parte de Israel por siempre”. Otro general que se aferra a la falacia que colonización civil y seguridad de Israel son conceptos complementarios. Ese mismo día en Efrat, otra colonia israelí en Cisjordania, Netanyahu afirmó que “ninguna colonia judía será desmantelada” (Ynet, 31-7-19). Conservar el statu quo en el frente palestino perdurará como meta central del gobierno de coalición nacional cuyo objetivo principal es perpetuarse cuanto más como gobierno.
Es de esperar que un gobierno de coalición nacional cambie ciertos aspectos de forma de su conducta, es decir un lenguaje más políticamente correcto, mayor predisposición a negociar y mucho menos arrogancia, pero en materia de fondo y contenido, con todo lo relacionado al conflicto con los palestinos y demás temáticas de seguridad, la expectativa de un cambio drástico de posiciones es un serio error de apreciación.
Con un gobierno de coalición nacional, Bibi puede terminar en la cárcel (depende del proceso judicial), seguramente habrá cambios importantes en materia de política interna, pero en lo que respecta a seguridad y política exterior, probablemente no cambie nada.
Daniel Kupervaser
Herzlya – Israel 3-8-2019
kupervaser.daniel@gmail.com
@KupervaserD
Como siempre, Daniel K. analiza y pronostica corectamente nuestro futuro politico. Solo se olvido, el ppapel nefasto de Avoda con Amir Peretz a la cabeza , en asegurar el predomino del Likud en esos gobiernos de coalicion Nacional, que siempre fueron la formula de estancamiento politico.