En artículo de opinión publicado hoy, un ex funcionario jerárquico del Mossad estima que la única opción real de Israel contra Irán se basa en lo que se viene insistiendo de un año atrás en este blog como el devenir mas probable en el conflicto entre Israel e Irán. Equilibrio estratégico basado en la disuasión nuclear mutua entre quien afirma no ser el primero en introducir armas nucleares en la región, pero fuentes internacionales afirman que ya las dispone, y el adversario que arribó solo por sus medios al umbral de manera que la disposición de este armamento es solo cuestión de decisión y muy corto tiempo. De nada sirven amenazas de ataques aéreos o con misiles, ni tampoco sanciones económicas, por mas severas que sean.
HAIM TOMER: “LA SOLUCIÓN A LA AMENAZA DE IRÁN DEBE COMENZAR CON LA DISUASIÓN NUCLEAR”
La desconexión de las cámaras de vigilancia en las instalaciones de enriquecimiento de uranio en Kashan por parte de los iraníes y su anuncio del inicio de la construcción de un nuevo sitio protegido en Natanz, dejan claro que las intenciones de Teherán son la intransigencia.
Según varias publicaciones, Irán ya dispone de un inventario de uranio, enriquecido a un nivel bajo, que es suficiente, si se enriquece a un nivel superior, para producir material para las tres primeras bombas.
En pocas palabras, si Irán decide comenzar a enriquecer uranio a altos niveles (60% o más) en un futuro cercano, Israel enfrentará un desafío que lo desconoce desde la Guerra de los Seis Días, cuando de hecho tendrá que encarar una vez más un rival ideológico con el potencial de amenazar su propia existencia.

¿Qué opciones aparentemente están abiertas para evitar que esta amenaza se convierta en realidad? Algunos hablan de una opción militar independiente, conocida como “azul y blanco”. Según los informes, incluso el ejército de Israel ha practicado en las últimas semanas un ejercicio aéreo a gran escala que parece simular un esquema de ataque a Irán.
Sin embargo, y sin menospreciar las capacidades de la Fuerza Aérea de Israel, cuando se trata de un ataque israelí independiente, hay que decir, en primer lugar, que Irán y sus instalaciones nucleares se encuentran en un rango operativo complejo.
En segundo lugar, una de sus dos instalaciones de enriquecimiento de público conocimiento, la conocida como Purdue, está ubicada en el vientre de la tierra, lo que hace que sea muy difícil atacar este sitio desde el aire.
Surge la pregunta ¿Cuántos beneficios se podrá obtener de un ataque que puede resultar en daños parciales al sistema de enriquecimiento de uranio y cuyo posible costo es una campaña militar integral, que probablemente implique un daño significativo en la retaguardia israelí?
Debe tenerse en cuenta que Irán tiene la capacidad de responder a un ataque lanzando una campaña en varios frentes a la vez, basada en las capacidades de sus propios misiles tierra-tierra y aviones no tripulados, así como en las capacidades de misiles de impacto certero de Hezbollá en el Líbano y la Yihad Islámica en Gaza.
En cuanto a la opción de un ataque militar en cooperación con otros estados, y ante todo con los Estados Unidos, la probabilidad de que esto ocurra parece extremadamente limitada. Esto se debe al enfoque de la administración Biden, que se opone firmemente al uso de la fuerza militar y se adhiere a un curso de acción diplomático, como se refleja en la política de Washington hacia la guerra en Ucrania.
Además, la guerra allí, junto con el posterior aumento de los precios de la energía, representan otro freno para el sistema internacional occidental en términos de su apoyo a un ataque militar contra Irán, dada su importancia como productor de energía por derecho propio.
Debe enfatizarse que Israel no necesita a los estadounidenses solo en el contexto de un ataque en el esquema de cooperación, sino también en el marco de un ataque “azul y blanco”. Esto en vista de su dependencia del suministro de equipos estadounidenses para su protección, como interceptores y más. En otras palabras, se requiere que Jerusalén coordine tal movimiento con la actual administración en Washington por adelantado, lo que arroja dudas sobre la disponibilidad real de la opción de cooperación y, en cierta medida, también sobre la independencia.
La opción política, aparentemente alternativa, también parece sostenerse con muletas. Está claro que hasta ahora Biden y los gobiernos occidentales han fracasado estrepitosamente en sus intentos de presionar a Irán para que acepte un marco de acuerdo, como el JCPOA, y ciertamente para llegar a un acuerdo con componentes más vinculantes que incluya adiciones como restringir la difusión del terror y el desarrollo de plataformas de avanzada para misiles.
El fracaso de las presiones económicas se debió principalmente al éxito de Teherán en el desarrollo de rutas a China, Rusia e incluso India, y en el mantenimiento de una relación económica con ellos que no se ve afectada por las sanciones. Esta relación, junto con la pugna entre Estados Unidos y Rusia por un lado y China por el otro, debilita enormemente el poder de Washington en el ámbito internacional en general y en el ámbito regional en particular.
Además, el peso de la presión de otros países occidentales, incluidos Francia, Inglaterra y Alemania, parece estar disminuyendo. Esto se debe principalmente a la lucha en Rusia y sus consecuencias económicas. Teherán parece ser muy consciente de esta ecuación, y su negativa actual refleja una sensación de poder relativo, tanto por el aumento de los precios de la energía como por la relación estratégica que ha desarrollado con los rivales globales de EE. UU. y las democracias europeas.
Entonces, ¿qué puede hacer Israel? Parece que, en ausencia de una opción militar y política real, es correcto que Israel se prepare para una estrategia de disuasión. Esto va en paralelo con la continuidad de la política integrada de atentar puntualmente que ha implementado hasta ahora. La disuasión nuclear se desarrolló, investigó e implementó durante la Guerra Fría y la carrera nuclear entre Oriente y Occidente, y parece que, en vista de las tendencias emergentes, Israel debe desarrollar su propia estrategia de disuasión. Esto se basa en la suposición razonable de que Irán continuará avanzando en los próximos años para alcanzar las capacidades de umbral no solo en el campo de la materia prima nuclear, sino también en los equipos de desarrollo de armas y las plataformas de lanzamiento.
Los principios de disuasión nuclear basados en capacidades atribuidas a Israel en publicaciones extranjeras requieren la formulación de un concepto operativo nuevo y actualizado y, en consecuencia, el desarrollo de una caja de herramientas operativa para su implementación. La estrategia debe basarse en la continuidad operativa, en una capacidad de segundo ataque, y nada menos, en un sistema de conciencia que haga de estos movimientos un elemento institucional en el régimen de disuasión mutua que debe prepararse entre Israel e Irán.
El régimen de Teherán, cuya existencia continua depende de su economía petrolera y se enfrenta a una amplia oposición popular -incluso si la domina por el momento- debe comprender que Israel es capaz infligir a Irán un daño existencial, para que internalice que el posible uso de armas nucleares permanezca fuera de juego.
La intención no es desarrollar aquí este delicado debate, sino hacer un llamamiento a los responsables de la toma de decisiones en Jerusalén y en el Ministerio de Defensa para que abandonen las consignas que piden la imposición de duras sanciones como medio para frenar a Irán o las que insinúan una intención israelí de acción militar de forma independiente.
Es mejor que Israel se prepare de manera significativa y oportuna para construir una respuesta estratégica con el perfil adecuado ante la posibilidad de que Irán pronto se convierta en un estado nuclear en el umbral, desarrollando un concepto de disuasión operativa y todo lo que esto implica en términos de su estrategia general de seguridad.
Diario Maariv, 20-6-22
Traducción
Daniel Kupervaser
Herzlya – Israel 20-6-2022
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kupervaser.daniel@gmail.com
@KupervaserD